Hace hoy un año, el Ministerio de Energía, después de recibir el informe preceptivo favorable por parte del Consejo de Seguridad Nuclear, comunicó la decisión de no autorizar la continuidad de operación de la Central Nuclear de Santa María de Garoña.
Desde Jóvenes Nucleares, tras haber publicado en su día una carta de apoyo y agradecimiento tanto al equipo humano de la central como a Nuclenor, hoy nos preguntamos ¿qué ha pasado con Garoña?
Esta cuestión no surge de un arrebato de melancolía, sino que pretende poner sobre aviso de las potenciales consecuencias que podría traer consigo el cierre prematuro de nuestro parque nuclear en diez años, tal y como la Ministra de Transición Ecológica ha anunciado recientemente.
En primer lugar, debemos entender qué ha significado CN Garoña, no sólo para el municipio y la comarca en que se ubica, sino para todo el sistema eléctrico español.
Es obvio, en el escenario actual, que la transición ecológica debe llevarse a cabo en el ámbito de la generación eléctrica a través de una serie de actuaciones dirigidas a reducir las emisiones de CO2 asociadas al mix eléctrico.
Teniendo en cuenta que la generación media anual de CN Garoña era de aproximadamente 3.800 GWh, podemos extrapolar que este valor hubiera supuesto, en el año 2017, el 1,5% de la demanda de energía eléctrica del sistema peninsular.
De haber estado operativa en 2017, CN Garoña podría haber evitado la emisión de entre 1,70 y 3,75 millones de toneladas de CO2, procedentes de ciclos combinados de gas o de centrales de carbón, respectivamente. Es decir, durante el último año, la operación de la central nuclear Santa María de Garoña hubiera reducido las emisiones de CO2 de nuestro sistema eléctrico entre un 2,3% y un 5%.
Considerando que la potencia de CN Garoña (466MW) era muy inferior a la del resto de centrales nucleares españolas (de unos 1000 MW por reactor), no es difícil deducir que las consecuencias de un cierre total de nuestro parque nuclear serán inasumibles e incompatibles con el objetivo de descarbonización del sistema.
Es indudable que las emisiones de CO2 son, en gran parte, responsables del Cambio Climático, y que no extender la vida operativa del parque nuclear español conllevaría un aumento de dichas emisiones, como refleja el ejemplo alemán. De este modo, promover el abandono de la energía nuclear en España sería, de manera lógica, un tanto a favor del cambio climático.
Por otra parte, nos vemos igualmente en la obligación de hablar del factor humano de CN Garoña, de la realidad de la vida cotidiana de las más de 400 personas que, directa e indirectamente, trabajaban gracias a ella.
Desde que se comunicó la decisión de no autorizar la continuidad de operación de la central, la plantilla de Nuclenor se ha visto reducida ya en un 40%. Las 119 personas que aún trabajan en la central serán las encargadas de hacer que el proceso de desmantelamiento sea seguro y eficaz, tal y como queda reflejado en la supervisión de los trabajos por parte del CSN.
Sin embargo, una vez finalice este proceso y sin la existencia de un plan de dinamización del área de influencia, el equipo actual de la planta y sus familias también se verán obligados a abandonar la región. Es remarcable el hecho de que Valle de Tobalina (el municipio en el que se ubica la central) haya sido uno de los tres únicos municipios de la comarca de Merindades cuya población aumentó en los últimos 10 años. Esta situación se debe fundamentalmente a que CN Garoña ha sido un claro factor dinamizador de la economía de la zona, tanto en términos de empleos cualificados directos, como muchos otros indirectos, así como en cantidades económicas relevantes en concepto de impuestos y tasas. El volumen de impacto económico anual de la central se tasaba, en 2011, en torno a 280 millones de euros. Además, la repercusión fiscal, también en 2011, ascendía a 75 millones de euros.
Ante la gradual pérdida de su repercusión socio-económica, los propios municipios de la zona de influencia de la central han elaborado una propuesta de Plan de Dinamización. Con este plan se invertirán, en 10 años, aproximadamente 119 millones de euros, repartidos entre 14 municipios, es decir, menos de un 5% del impacto económico anual que proporcionaba la operación de la planta.
Finalmente, desde Jóvenes Nucleares, no podemos acabar este artículo sin agradecer, una vez más, a todos los trabajadores y las trabajadoras de Nuclenor su admirable profesionalidad y su esfuerzo para haber logrado generar más de 130.000 GWh libres de emisiones de CO2 y sin apoyar la extensión de vida de los 7 reactores españoles restantes, de modo que con su continuidad nos evitemos la emisión de entre 45 y 55 millones de Tn de CO2 anuales a la atmosfera.