En los últimos años no ha cesado el debate en nuestro país, principalmente de carácter político, sobre la construcción y puesta en marcha del Almacén Temporal Centralizado (ATC) para la gestión de residuos radiactivos de alta actividad, fundamentalmente combustible nuclear irradiado. Mientras llega el momento de que el ATC entre en operación, las centrales nucleares españolas, en colaboración con ENRESA y de acuerdo a lo establecido en el vigente 6º Plan General de Residuos Radiactivos, han optado por soluciones intermedias como son los denominados Almacenes Temporales Individualizados, o ATIs.
Hasta hace poco tiempo, el combustible gastado generado tras cada ciclo de operación de los reactores se almacenaba únicamente en las piscinas de enfriamiento que tiene cada planta; incluso se compactaron sus bastidores para incrementar la capacidad de almacenamiento.
Sin embargo, las CCNN españolas, conforme han ido viendo como iba mermando significativamente el espacio disponible en sus piscinas, y dada la demora que está sufriendo el ATC, han tenido que ir poniendo en servicio diversos ATIs. En algunos casos, como CN Trillo, CN Ascó y CN José Cabrera, ésta última en fase de desmantelamiento, los ATIs ya están operativos; en otros, como CN Almaraz, CN Cofrentes y CN Garoña, se está solicitando o procediendo a su construcción y puesta en servicio.
En general, los ATIs se basan en el uso de contenedores para el almacenamiento en seco de los elementos de combustible irradiados con o sin componentes (venenos neutrónicos, tapones restrictores de flujo y barras de control), según los diferentes modelos, pesos y dimensiones disponibles.
Estos contenedores garantizan de forma pasiva el cumplimiento de los criterios técnicos y funciones de seguridad requeridas como son: la subcriticidad, el confinamiento del material radiactivo, la evacuación del calor residual generado (refrigeración), la capacidad de recuperación del combustible y el control de la exposición operacional del público y el medioambiente.
Los elementos de combustible que se pueden almacenar en estos contenedores han de cumplir con un conjunto de características, entre las que cabe destacar el grado de quemado máximo, el enriquecimiento inicial en Uranio-235 y el tiempo de decaimiento y enfriamiento previo en la piscina de la central (carga térmica máxima).
Este tipo de contenedores han sido diseñados con los mayores estándares de seguridad que exige la industria nuclear, además de ser capaces de soportar el máximo terremoto previsible en el emplazamiento (categoría sísmica 1). Pueden estar, según estas características, tanto a la intemperie (CN Ascó y CN José Cabrera) como dentro de un edificio (CN Trillo), pues cumplen sobradamente con las funciones de seguridad críticas mencionadas.
Los contenedores para el ATI tienen la característica de poseer un blindaje capaz de frenar tal cantidad de radiación emitida por su contenido que, incluso en contacto con la superficie del mismo, la tasa de dosis se mantiene muy baja para permitir su carga, manejo y posterior traslado al ATI. Gran parte de estos contenedores servirán para el futuro transporte del combustible irradiado al ATC.
La preparación y labores previas y posteriores al llenado de cada contenedor conllevan una serie de maniobras que, aún pudiendo variar en función del tipo de contenedor, constan principalmente de las etapas de: carga del contenedor con el combustible irradiado en la piscina, cierre del contenedor, secado del agua y humedad contenidas y posterior llenado con un gas interte para preservar la integridad de la vaina de los elementos de combustible y favorecer la disipación térmica de forma pasiva. Para terminar, una vez que el contenedor está listo para ser depositado en el ATI, se procede al traslado y colocación de sus más de 100 toneladas de peso desde el edificio donde se ha cargado hasta el emplazamiento del almacén.
En cualquier caso, no hay que perder de vista que, tanto los ATIs como el ATC son mal denominados «cementerios nucleares», ya que, puesto como sus propios nombres indican, se trata de almacenes temporales, licenciados para operar en perfectas condiciones de seguridad entre 60 y 100 años (ampliables), según los diseños aprobados.
El ATC supondría únicamente el paso previo, marcado antes en muchos casos por la apuesta necesaria de los ATIs, hacia un repositorio definitivo como el Almacén Geológico Profundo (AGP), que ya se está desarrollando en países como Finlandia, Suecia o EEUU. El AGP se entiende, pues, como la solución final a la gestión de los residuos de alta actividad para proporcionar el confinamiento necesario durante el período de tiempo suficiente, hasta que la radiotoxicidad del combustible irradiado decaiga hasta niveles de fondo natural.
Daniel Gallego Zamorano
ANAV
22 de mayo de 2017